eyeliner

eyeliner
solamente una mirada es suficiente para hablar

martes, 23 de noviembre de 2010

número 13.

Dame tu número.
Y te contaré cada una de las historias que cada poro de tu piel me cuenta todas las noches mientras tú estás dormida. Dame tu número y te diré lo guapa que estás cuando sonríes y crees que nadie te está mirando. Dame tu número para gritarle al mundo lo mucho que me gusta cuando preparas la cena para tomarla juntos en el salón, allí donde los sofás son insignificantes y los cojines son nuestro único aliado.

Dame tú número.
Y me declararé a tus ojos cuando me lanzan la última mirada del día mientras dan un beso a estos labios que ya no saben pronunciar palabras que no estén dedicadas a ti. Dame tu número y te describiré el círculo imaginario que trazan tus manos cuando recorren mi piel pretendiendo ponerme el bello de punta. Dame tu número y te mencionaré los mil trescientos veinticinco adjetivos que se me pasan por la cabeza cada vez que me despierto y te veo mirándome desde el otro lado de la cama con la primera sonrisa del día.

Dame tu número.
Y sentiré que soy el único hombre en la tierra capaz de localizar cada uno de los veintitrés los lunares de tu cuerpo, incluyendo aquel pequeñito que tienes en la planta de tu pie derecho. Dame tu número y recorreré cada uno de los rincones de esta ciudad para encontrar aquel pendiente que se te perdió en nosabesdónde y nosabescúando a causa de mis arrebatos de pasión descontrolada cada vez que veía tu cuello provocándome. Dame tu número, y te recitaré cada una de las formas con las que me conquistas y reconquistas a lo largo del día, sin que ni siquiera yo mismo me dé cuenta.

Dame tu número.
¿Mi número?
El trece.

domingo, 21 de noviembre de 2010

wonderland.

Y echar un pulso a ver quién come más guindillas picantes para solucionar todos nuestros problemas mientras en el móvil suena no sé qué canción para despistar nuestro duelo.

Y entonces la puerta se abre y nos olvidamos de todo. La escalera de color que hace un momento sostenías con tu mano derecha queda perdida entre todas las demás cartas de la baraja.

Y a la mierda nuestro negocio de vender en saquitos esas golosinas que salen del suelo. Y a la mierda nuestro plan de coleccionar sujetadores de colores y de calzoncillos con viñetas.

Pero entonces observo con detenimiento cómo la vela termina de consumirse y desaparece el rastro de cera que quedaba. Y el olor a quemado con un toque de fresa da su último suspiro. Y a lo lejos encuentro tus ojos mirando hacia mi dirección con aire despistado.

Y vuelvo a esconder la cabeza debajo de la sábana.

sábado, 20 de noviembre de 2010

fuck!

El error que llevó a la complicación.
La complicación que llevó a la imposibilidad.
La imposibilidad que llevó la condena.
La condena que llevó al sofá, en donde pienso permanecer, semi-tumbada y quietecita, sin hacer mucho ruido para que no puedas verme, oírme ni sentirme. Para que pueda pasar desapercibida ya en esta puta habitación en la que tú ya no estás sentado a mi lado y has elegido el rincón más alejado para que yo no pueda acercarme.

Y todo vuelve a girar en el sentido contrario en el momento más crucial.

lunes, 15 de noviembre de 2010

comparaciones.

Me quedé allí plantada debajo de ese paraguas verde que tanto te gusta, porque dices que te recuerda a las manzanas, mientras tú seguías hablando.
Me quedé mirando a la araña que huía espantada de las gotas de lluvia mientras veía cómo aquella telaraña que llevaba tres días construyendo se mojaba. Probablemente no estaría preocupada, las telarañas aguantan lo que sea. Y pensé en lo bonita que estaría al día siguiente cuando las gotas colgaran por cada uno de sus finos hilos, mientras la luz del sol traspasa por ellas formando en alguna parte entre las hojas del pino un diminuto arco iris imperceptible para el ojo humano.

Y empecé a pensar en todo lo que tenía que decir y en lo poco que había despegado los labios para pronunciar palabra. Tú, sin embargo, tenias el día hablador. Y no parabas de decir cosas (poco) trascendentales para tu vida y para la mía. Y yo seguía queriéndote contar todo. Pero no sabía cómo, ni dónde, ni cuándo. Sabía que no soportarías la verdad. Y que nada de lo que yo dijera para animarte o para quitarle hierro al asunto te valdrían ni  haría que te sintieras mejor. Además, yo no era la persona más adecuada para darte palabras amables. Yo era la portadora y la provocadora de las malas noticias. Yo era (o iba a ser) la mala de la película. Porque todo era una mierda. Y yo era una mierda. Pero ya era demasiado tarde para cambiar al plan B.

Y tú seguías hablando desde debajo de tu paraguas.

Y quise ser la araña. cuya mayor preocupación era permanecer seca durante el ratito que durara la lluvia. Quizás la araña necesitara mi paraguas verde manzana más que yo. Total, no mojarme no iba a hacer sentirme mejor. Ella, sin embargo, se rodeaba de las ramas verde botella que el pino le proporcionaba y le daban abrigo. Sus ocho patitas no paraban de moverse inquietas ante la percepción de humedad a su alrededor.
Pero entonces algo sucedió, y empecé a dejar de verla como un ser indefenso que solo pretendía resguardarse del aguacero. Recordé que en realidad era una araña. Un bicho asqueroso al que siempre había tenido manía. Quizás fuera porque de pequeña en el pueblo, me desperté una mañana y tenía una dándome los buenos días junto a mis piernas. Empecé a darme cuenta de lo estúpida que parecía, moviéndose constantemente de un lado a otro y sin penetrar en las profundidades del pino, donde (probablemente) el agua no llegara, al menos no de forma tan copiosa. Y empecé a darme cuenta de que era de un color marrón muy feo, incluso más feo que el chándal ese que me hacían ponerme en el colegio cuando hacía gimnasia. Y vi que tenia un montón de ojos repugnantes mirando a no se sabe dónde. Y su boca, diminuta, era viscosa y nauseabunda. Y empecé a sentir asco.

Pero me di cuenta de que estaba juzgando a la araña. De que había vuelto otra vez a dejarme llevar por mi vena criticona que siempre estropea todo. Es como una enfermedad. Cuando conozco a una persona siempre me dejo llevar por las primeras impresiones. Son horribles. Nadie suele tener una buena desde el momento cero. Incluso yo sé que soy una persona repelente en la primera impresión. Pero no puedo evitarlo y me dejo llevar, y etiqueto a las personas, y comienzo a detestarlas, o a investigarlas para saber si realmente soy tan buenos como creo. Y así me va. Que luego me llevo las decepciones más tontas, y odio a las personas equivocadas
Pero a veces también sucede que acierto con una persona, y que realmente es estúpida, o que realmente es genial. Y cuando la persona es genial, a veces sucede que, de repente, un día, empiezo a verle defectos. Pequeñas cosas que me sacan de quicio y que acaban por volviéndome loca. Y acaban por estropearle. Y me estropean a mi. Y estropean TODO. Y entonces tomo una decisión precipitada y mando todo a la mierda. Y me equivoco. Y me jodo. Y les jodo.

Pero nada de eso importa. Porque en realidad lo que quería decir era que.... Lo que quería decir era...Perdona, ¿de qué estábamos hablando?

miércoles, 10 de noviembre de 2010

unlock.

Y me planté enfrente de tu puerta sosteniendo mi dignidad con la derecha y mi orgullo en la izquierda.
Siempre fui diestra, lo que implica que la izquierda siempre fue mi mano débil. En seguida derramó lo que con tanta fuerza se empeñó en sujetar. Pero sentí que ya no valía nada.

Mire hacia arriba para comprobar si realmente aquella era la calle y si realmente aquel era el número. Y me topé con que la puerta estaba abriéndose, y salía una mujer. Me miró al principio desconfiada, pero debió notar en mi expresión que no tenía nada más que librar una batalla conmigo y con mi conciencia para decidir si entrar o no.
La pobre mujer decidió ayudarme y me dejó la puerta abierta. Me invitó a "pasar primero" con una sonrisa. 1,5 segundos después ya estaba dentro del portal casi sin darme cuenta, y miraba desde el otro lado del cristal cómo la señora se marchaba.

Estaba dentro y no sabía por qué. Comencé a subir las escaleras y seguía sin entender nada. Subía sin saber muy bien a dónde tenía que llegar. Pero me detuve ante una puerta con el felpudo verde. Me gusta el verde. Llamé. Y el destino/karma se encargó de lo demás.

lunes, 8 de noviembre de 2010

he vuelto a mirar atrás.

Era como aquel sueño que un día te conté. En el que estaba enfadada contigo y tú salías en mi busca para pedirme perdón.

Ya no sueño cosas como esas ¿sabes?. Dejé de hacerlo cuando todo esto se complicó... Los echo de menos.
Echo de menos las noches en las que me acostaba con una sonrisa en la cara, pensando en no sé qué y en no sé dónde y en ti lanzándome una mirada.

Ya no haces nada de eso. Ya no vienes, ya no sonríes, ya no juegas. Ya ni siquiera me miras.

Y cuando te pido un por qué simplemente te encoges de hombros y das otro sorbo a tu vaso ya medio vacío de alcohol con coca-cola y miras a la izquierda....a la izquierda, como aquellos que tienen algo que ocultar.

sábado, 6 de noviembre de 2010

Sonrisas y venganzas.

Deja de sonreír de esa forma. Deja de mirarme así. Deja de acercarte tanto cuando me hablas. Deja de sentarte cerca de mi.
No voy a poder soportarlo.
No es justo. Ni para ti, ni para mi....ni para él.
Él tiene tanto (o más) derecho que tú a hacerlo... pero ¿por qué no lo hace? Sin embargo no duda ni un solo minuto en intentar molestarme cuando se entera de tu existencia.

Estoy cansada de pensar... nada de lo que diga o haga será apropiado. Basta ya.

miércoles, 3 de noviembre de 2010

masoquista.

Hoy estoy un poco más algo parecido a contenta.
Al fin conseguí retomarte sin que me temblara el pulso y sin temer decir palabras que no fueran pertinentes.
Creo que hoy, (por fin) puedo decir que dejé de pertenecerte. Al menos por completo. O quizás sea todo una sensación de esas pasajeras, que te hacen sentir mejor y que, en realidad, son una farsa. Y entonces, si esto fuera cierto, descubriría que, quizás, soy más masoquista de lo que pensaba...y he de reconocer que es una opción que no descarto.

Pero mientras tanto, he descubierto que tardo demasiado en cerrar el cajón número ocho, que se ha vuelto a abrir misteriosamente y poco a poco, casi sin que me diera cuenta...y cuando eché un vistazo ya dejaba ver todo su interior... Pero sabes qué? Al principio estaba vacío...era como un cajón completamente nuevo. Hoy está un poco más lleno de fotografías, de frases sin sentido y de sonrisas que se escapan de mi boca sin pretenderlo.
Malditas miradas cómplices.
Acabaréis por volverme loca otra vez

martes, 2 de noviembre de 2010

breakfast.

"¿Dónde quieres sentarte, cari?".
Fue lo primero que me dijiste al llegar a aquella cafetería de la cuesta que lleva hasta ese edificio que tanto me gusta observar por la noche...me recuerda a cuando era niña y buscaba entre sus paredes algún signo oculto que me diera pistas sobre los secretos que dentro de él se escondían.

Escogí un rincón, porque ya sabes cómo adoro quedarme en una esquina a observarlo todo mientras los demás ignoran ese pequeño espacio de la sala.... Da sensación de intimidad y tranquilidad.

Odio las conversaciones antes del desayuno. Una persona no puede estar capacitada para mantener tanta concentración antes de las 10. Sin embargo, adoro desayunar fuera. Me hace sentir protagonista de una película en blanco y negro.

Aquel día pusieron un montón de espuma sobre el café. Estaba realmente delicioso. A ambos se nos vino a la cabeza aquel anuncio en el que la chica manchaba su labio superior con la espuma... era tan gracioso.
Pero yo tuve más cuidado y procuré pasar mi lengua por mis labios justo después de tomar el primer sorbo...

Tú tomaste un descafeinado. Lo haces (hacías) siempre que no estás de humor, para que la cafeína no afecte a tu estado de ánimo y no favorezca tu bordería y agresividad.
Dicen que el café nunca es bueno si no viene acompañado de algo. El nuestro fue acompañado de, posiblemente, la tercera conversación más dura de mi vida.

No terminaste la taza. Te levantaste, pagaste y me diste un beso en la mejilla...al más puro estilo gentelman de New York.
Fue un bonito pero desastroso último desayuno

lunes, 1 de noviembre de 2010

Talón de Aquiles.

Mentí.
Le mentí a todo el mundo sobre nosotros dos.
Dije cosas que jamás tendría que haber dicho, porque eso desencadenó a una serie de mentiras que llevaron a tapar la verdadera historia. Historia que ahora nunca me atreveré a desvelar.

Lo peor (o mejor) de todo es que tú nunca lo sabrás. Y el día que lo hagas... No, eso no ocurrirá nunca.
Soy demasiado organizada para permitir que eso ocurra. Ojala fuera tan cuidadosa con el resto de las cosas de mi vida.
Créeme que es mejor así, que con que uno mienta sobre nosotros ya es suficiente, no hace falta que tú también lo hagas.

Y lo más curioso de todo es que cada vez que me hablas y cada vez que me sonríes vuelven todos los fantasmas de hace ya un tiempo y vuelvo a pensar de alguna vez he conseguido realmente desengancharme de ti. En realidad ni siquiera sé si me enganché de ti....simplemente fue (es) algún tipo de atracción fugaz pero intensa... Una atracción que realmente no puedo evitar. Eres mi puto punto débil.

Y ahora todo ha cambiado. Tú por tu lado y yo por el mío.... Supongo que es así mejor, pero me jode tanto no poder llamarte sin que me mires raro...
Ahora solo puedo pensar en ti en silencio en mi habitación, sin pronunciar palabra y sin mirar nada en concreto..."A nada en concreto" quiere decir a ese papel que me pasaste diciéndome lo guapa que estaba esa mañana... 

Asco de papel. Asco de vida. Asco de talón de Aquiles.

impar.

Y allí estaba ella rodeada de tanta gente y a la vez de tan poca... Miraba al móvil y no tenía llamadas perdidas... no le llegaban mensajes, ni siquiera de promoción.
Intentaba buscar una salida o vía de escape a aquella situación...pero ninguna era viable...o eso le parecía a ella. Quizás en su interior no quería buscar esa salida, porque quizás al otro lado encontraría una realidad que no le iba a gustar... Y prefirió quedarse donde estaba aunque no sintiera que ese fuera su lugar.

Y ya van tres...no, cuatro; cuatro intentos frustrados de intentar hallar una explicación a lo sucedido, de intentar ver que realmente tenían excusa, o de buscar palabras que traten de solucionarlo... Pero no las ha habido.
Quizás sea ella la que da demasiado dramatismo a su mundo o la que concede demasiada importancia a tales cosas... 

O quizás sea, sencillamente, que está atrapada en un grupo de siete organizado en parejas en la que una siempre tiene que sobrar.

Impar: que no tiene par o igual.