eyeliner

eyeliner
solamente una mirada es suficiente para hablar

sábado, 9 de abril de 2011

be able to.

"Felicidad en estado puro, brutal, natural, volcánico, que gozada, era lo mejor del mundo... Mejor que la droga, mejor que la heroína, mejor que la coca, chutes, porros, hachís, rallas, petas, hierba, marihuana, cannabis, canutos, anfetas, tripis, ácidos, lsd ,éxtasis... Mejor que el sexo, que una felación, que un 69, que una orgía, una paja, el sexo tántrico, el kamasutra, las bolas chinas... Mejor que la nocilla y los batidos de plátano... Mejor que la trilogía de George Lucas, que la serie completa de los Teleñecos, que el fin del Milenium... Mejor que los andares de Ally Mcbeal, Marilyn, la Pitufina, Lara Croft, Naomi Campbell y el lunar de Cindy Crawford... Mejor que el pequeño paso de Amstrong sobre la Luna, el Space Mountain, Papa Noel, la fortuna de Bill Gates, las malas experiencias cercanas a la muerte, la resurrección de Lázaro, todos los chutes de testosterona de Schwarzenegger, el colágenos de los labios de Pamela Anderson, mejor que los excesos de Morrinson... Mejor que la libertad... Mejor que la vida"

¿Capaz?

lunes, 4 de abril de 2011

elderly

Sopla el viento contra la ventana de la cocina y hace que ésta se mueva estrepitosamente, golpeando contra el alféizar y haciendo un ruido que altera al pobre San Bernardo que está tumbado en el salón. Hace tiempo que el cierre está roto, pero nadie se molesta en arreglarlo. ¿Para qué?
La tetera emite un fuerte pitido que indica que el agua ya está caliente. Las bolsitas del té están ya cuidadosamente depositadas sobre las tacitas de porcelana. La tetera está ardiendo, pero gracias al guante de cocina no nota nada más que un simple tacto cálido. Vierte el agua lentamente en las tazas, con cuidado de no derramar ninguna gota. Agarra la bandeja por ambos lados y la lleva hasta la mesita del salón, justo al lado del sillón de flores en tonos pastel.
Antes de sentarse, enciende el tocadiscos. En seguida empieza a sonar uno de sus temas favoritos, "Here comes the sun", de Los Beatles...un clásico. Mira hacia la ventana, y observa como, a lo lejos, una bandada de pájaros juega en el aire recreando figuras imposibles que en realidad no quieren decir nada. Mira un poco más abajo, y distingue un par de fábricas a lo lejos, su humo tapa alguna de las nubes que, tímidas, han decidido manchar el cielo de un acalorado día de julio. Más abajo aún, se divisan decenas de casas: pisos, apartamentos y posiblemente algún que otro loft. Más cerca de donde ella se encuentra hay un parque, adornado con grafitis y con la presencia de algunos adolescentes que se han reunido para charlar mientras se fuman unos cigarrillos o vete tú a saber qué. Poco queda ya de los vivos colores que en principio vestían los toboganes, columpios y demás juegos que en ese parque habían. La fuente ya no funcionaba, y uno de los columpios estaba roto.

Se tocó entonces el cuello. Acariciando con sus dedos el colgante que adornaba su Bósforo de Almasy. Miró después a la izquierda, hacia un marco de fotos depositado sobre un estante, bajo el cual se encontraba una rosa blanca. Era un retrato de una pareja ya anciana. El hombre, medio calvo y con visibles arrugas, sonreía, ajeno a la cámara, mientras besaba a la mujer, la cuál sí miraba a la cámara mientras reía abriendo mucho la boca.
Mucho había cambiado todo aquello desde que ellos vivían allí. Por esas callejuelas habían corrido, reído, jugado, y paseado de la mano...ajenos a lo que les depararía el futuro y dedicándose tan solo a ser felices .En un antaño no había fábricas, ni apartamentos, ni siquiera el parque. Las calles eran más seguras y mucho más luminosas. Había gatos, muchos, y cada uno tenía escogido un porche en donde pasar la noche. Su casa había sido de las primeras en ser edificada en aquel vecindario que iba a ser, según decían, el más prestigioso y concurrido de la ciudad. Incluso habían abierto un cine y varías tabernas. 
Pero ella no extrañaba nada de eso. No extrañaba los gatos, ni las casas, ni el cine. Le extrañaba a él. Sobre todo a la hora del té. Extrañaba la compañía de aquel hombre que la había acompañado y guiado durante 47 años de su vida. 47 años que se le habían ido en un suspiro. 47 años en los que había sido la mujer más feliz de la tierra, aunque otras creyeran lo contrario y aunque otros pretendieran que no fuera así. Ahora estaba sola. Después de 47 años...sola.
Pero no le importaba, porque sabía que no le haría falta esperar mucho tiempo para volver a encontrarse con él. Además, mientras esperaba, podría contarle a sus nietos, todo lo feliz que había sido al lado de aquel  hombre. Todo lo que habían vivido juntos: todos los viajes, discusiones y sonrisas que ambos habían compartido. Podría contarles lo apuesto que era de joven, lo atractivo que resultaba siendo un cuarentón, y lo guapo que le seguía pareciendo cuando las arrugas formaban ya parte de su rostro. Y, sobre todo, podría contarles que había tenido la suerte de encontrar a alguien a quién querer durante toda su vida, y, lo que es más importante, a alguien que la quisiera a ella...hasta el fin de su vida.