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solamente una mirada es suficiente para hablar

viernes, 25 de octubre de 2013

Cuatrocientos veintitrés.

Se miraba en aquel espejo enorme mientras se peinaba el pelo. Tenía un expresión inexpresiva. Rígida. Ausente. Como si ya no formara parte de este mundo.
Se había convertido en un zombie más, la rutina había podido con ella.
La expresión "mejor lo malo conocido que lo bueno por conocer" había cobrado sentido para ella. Y desde entonces nada había sido lo mismo.

Sonreía, sí. Pero es que ya no sabía no hacerlo. Sonreía sin un por qué, para que los demás también sonrieran. En realidad ese era el único motivo. El no levantar sospechas. El "todo va bien" sin más explicaciones. El "dejadme en paz" que tan poco costaba si todo parecía estar en orden.

Ya no era ella. ¿O sí? No lo sabía.
Exteriormente no había diferencia. Pero ella notaba que algo raro había.
Se había esforzado ya incontables veces en ser feliz. En poder respirar tranquila entre aquellas cuatro paredes, rodeada de esa vida que hasta entonces tan satisfactoria le había parecido. Pero ¿cómo conformarse después de haber vivido en El Olimpo?

Ah, los lujos... a veces es mejor no dárselos. Dicen que la depresión aparece sin que nos demos cuenta. Pero ella era consciente. Y mucho. Y sólo quería dejarla ir. Pero aquella maldita zorra no se separaba de sus huesos. La tenía aferrada como una novia obsesiva al chico de turno. Y hablando de chicos... Él no ayudaba. En absoluto. Con sus frases silenciosas y sus silencios fraseados. "Que te jodan" eran sus palabras favoritas. Y un perro que se muerde la cola y que no parece cansarse jamás.

Más de cuatrocientos días han pasado y la misma pesadilla sigue apareciendo por las noches... pero desde hace ya algún tiempo, se volvió real. Y ese es un problema que ni las pastillas pueden solucionar.

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